Si hiciéramos una encuesta sobre la primera pregunta, lo más seguro es que la gran mayoría respondería que un campamento es el lugar donde viven los sectores más pobres y vulnerables de la sociedad, los “asentamientos precarios chilenos.” Una afirmación como esta, que parece tan cierta y clara, tiene un pequeño gran problema, un juego del lenguaje que nos hace ver las cosas como absolutas e inmutables.
¿Porqué definir campamento como el lugar donde viven los sectores más pobres de la sociedad? Al partir de ésta premisa comenzamos mal, si observamos lo que dice el diccionario de la Real Academia Española, campamento significa: 1. Acción de acampar. 2. Instalación eventual, en terreno abierto, de personas que van de camino o que se reúnen para un fin especial. 3. Lugar al aire libre, especialmente dispuesto para albergar viajeros, turistas, personas en vacaciones, etc. Es evidente que lo que más se resalta en esta definición es la afirmación de que es un lugar de tránsito, en ninguna parte dice que es donde “vive” un grupo de personas.
No debemos olvidar que el lenguaje, más que crear realidades es una representación de estas. Cada vez que hablamos, estamos comunicando una interpretación, nuestra interpretación de la realidad y, francamente, yo no quiero que un campamento sea el “lugar donde viven los más pobres de la sociedad”.
Durante décadas todo Chile ha olvidado la real definición de campamento, tal vez por comodidad, por costumbre o por simple conveniencia, pero ya está bueno… Es hora de decir las cosas por su nombre, los campamentos son lugar de tránsito y ha llegado el momento de transformar el discurso en verdad. Nuestra misión es que esa estadía sea lo que por definición es, es decir, pasajera.
En nuestras manos está el cumplir este objetivo, y cuando digo “nuestras manos” me refiero a toda la sociedad. No sacamos nada con ser un “grupito de locos” mientras todo el resto sigue viendo a los campamentos como el lugar donde “viven” los más pobres.
Como voluntarios de Un Techo para Chile, nuestra principal meta es (er)radicar los campamentos, es decir, hacer que estos realmente sean un lugar de tránsito.
Pero eso no basta. Somos parte de un todo y si la pobreza es un mal de la sociedad es esta en su conjunto quien debe hacerse cargo. Debemos emplazar a quien está a nuestro lado, sin miedo ni temor, decirle que el lenguaje lo ha cegado y que de él depende, como de todos nosotros, que de una buena vez por todas los campamentos sean lo que su definición con tanta convicción – quizá más que la de nosotros mismos – afirma.
Quizá quién y porqué razón denominó por primera vez a los asentamientos precarios campamentos, eso la historia se lo guarda para ella, pero sea quien sea y por la razón que sea, nos hizo un gran favor; la fuerza de las palabras está de nuestro lado, sólo hay que saber utilizarla y no aceptar falsos discursos.
Hugo Aparicio Molina
Coordinador Centro de Investigación Social (CIS) - Concepción