¿De quién es el mundo?... Fábula Urbana Penquista

PRIMER ACTO - La señora Walker intenta en vano estacionar su Mercedes Benz en un espacio que a primera vista parece ser suficiente. Puede ser que no sea la conductora más experta, o que el gran tamaño de su vehículo dificulte su cometido, pero es un hecho que lleva 20 minutos intentándolo y no lo consigue. Mientras continúa en su empeño, piensa que a los 58 años, una mujer de su condición no debería tener que estacionar un auto en la calle, que la boutique donde adquirirá el vestido encargado especialmente para la comida de hoy en el club debería tener estacionamiento exclusivo para clientes habituales como ella, y en el helado que comerá frente a la Plaza de Armas con la Cota y la Teté después de su compra.


SEGUNDO ACTO
– Gonzalo observa desesperado a aquella mujer. Está apurado. Si no consigue llegar al Banco en 10 minutos, el dividendo empezará a producir intereses y las “lucas” alcanzan, pero claramente no sobran. Piensa en lo orgulloso que se siente de su pega, de la casa que está comprando y de su linda esposa que lo espera en casa desde que le dieron el pre natal. Sólo lo molesta un poco no haber alcanzado para el departamento cerca del centro que permitiría dejar su Yaris en la casa y hacer estos trámites a pie, pero en fin. No es que lo trastorne el autito, pero a 24 km. por litro no hay discusión.

TERCER ACTO – En un rapto de desesperación y asombro por la poca pericia de la señora del Mercedes, Gonzalo olvida las enseñanzas de su “tata” respecto a los buenos modales, y aprovechando un descuido de la doña, mete su Yaris sin problemas en el espacio donde ella intentaba en vano estacionarse.

CUARTO ACTO – La señora Walker se baja fuera de sus casillas. “Que se habrá creído este mocoso” piensa casi al mismo tiempo que empieza a increpar a Gonzalo, olvidando por un momento su alcurnia y mandando saludos a toda su familia. Gonzalo escucha el rosario con paciencia. Sabe que se lo merece, pero la media hora y el fantasma de los intereses pueden más, y sólo atina a decirle “SORRY SEÑORA, EL MUNDO ES DE LOS VIVOS”.


QUINTO ACTO – La señora Walker, al escuchar tamaña provocación, sube a su Mercedes y sin pensarlo dos veces apunta el espolón de su nave hacia la parte trasera del Yaris. Acelera destrozando el parachoques y la puerta del copiloto. Antes que la cara de Gonzalo termine de desfigurarse de sorpresa, le dice con tono maternal, “NO HIJO, EL MUNDO ES DE LOS RICOS, aquí tiene mi tarjeta”. Y parte rumbo al vestido.

SEXTO ACTO – Juan Malo pedía limosna como hace varios meses, cuando pensó que esta escena poco común lo sacaba un poco del tedio. Pensó que a sus 12 años lo pasaba mejor en la calle que en el hogar donde lo mandaron por hacerle caso a su amigo el “Cacaraco”. Como la bolsa de pegamento conseguida en la tarde del día anterior había perdido por completo sus propiedades alucinógenas, la escena le resultó especialmente divertida. Hasta que escuchó a la señora Walker decir que el mundo era de los ricos. En ese minuto todo dejó de ser divertido. Echó a andar sin rumbo fijo y pensó “PUCHA LA LESERA (traducción al español)… ESTA VIEJA TIENE RAZON”.

Sherlock

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