Aborto, del latín Aborior: Morir. (Sergio Vega)

Ya la palabra “ABORTO” suena mal, se relaciona con la muerte… contraria al nacer.

Se origina esta situación ante un embarazo no deseado, en el cual los irresponsables la gran mayoría de las veces son una pareja que decidió mantener una relación sexual sin pensar que este acto originaría un hijo, criatura que no tiene ninguna culpa pero es igualmente condenado a la pena máxima con el agravante de que el método a usar será la destrucción en vida de su frágil cuerpecito aún en desarrollo. ¡Cuanto sufrimiento debe sentir en ese momento!

Los defensores del aborto generalmente se refieren a los casos de violación como justificación del aborto, siendo esta situación muy minoritaria. Lo único que logra es favorecer al violador quien no tendrá que hacerse cargo de su responsabilidad de padre al no existir el hijo. Hay muchas parejas que desean adoptar a estos niños que nacen producto de este repudiable acto, por lo que tampoco constituye una razón para matar a este niño.

La gran cantidad de razones bien fundadas y que dicen relación con un derecho humano fundamental y universal, como lo es el derecho a la vida, nos convencen razonablemente para no avalar un hecho criminal, dictatorial, injusto, discriminatorio, infame, inhumano, doloroso, triste, pecaminoso, contrario a todos los valores sociales, como lo es el aborto.

Por otro lado los estudios revelan que la gran mayoría de las mujeres “sometidas” a un aborto presentan secuelas importantes y permanentes sobre todo en el aspecto psicológico, pues la intervención no solo destruye el pequeño cuerpo del hijo, sino que también rompe la característica única, fundamental y maravillosa del sexo femenino, cual es la maternidad.

La decisión de terminar con la vida, de un niño inocente e indefenso, y por medios tan violentos como los empleados en estos casos, no le corresponde bajo ningún punto de vista a la mujer embarazada y menos aún a quienes pretenden tomar esa decisión por ella. No es un derecho de la mujer el matar a un hijo. Sería más justo esperar a que el niño nazca y entonces someterlo al juicio que le condene a morir de la misma forma y bajo la acción del mismo ejecutor que lo habría hecho durante el embarazo.

Después de todas las discusiones referidas al tema, la conclusión a que podemos llegar es que a la mujer se le ha dotado de un don divino, que le permite generar en su vientre una nueva vida, su hijo, el que debe ser deseado y procreado con el máximo de amor, para convertirse así en un motivo de vida y no en un objeto de muerte. Por lo tanto la responsabilidad de ser portadora de fertilidad la obliga a tomar la decisión correcta del momento y con quién engendrar un hijo y asumir su crianza, y no la triste y cruel decisión de ser cómplice de un acto criminal como lo es el infanticidio de su propio hijo.

Me declaro abiertamente contrario al aborto.


Sergio Vega Molina
Médico Cirujano
Medicina Biológica

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